El más valioso del decepcionante mundial
Esta serie de imágenes podrían ser la quintaescencia de lo que presenciamos en la recientemente concluida Copa del Mundo. LA "estrella" del mundial, el francés Zinedine Zidane, cuando el árbitro estaba distraído y volteado hacia otro lado, lanza una agresión directa a Marco Materazzi, con el infantil pretexto de que el italiano le pidió que le aventara a la "p..." de su hermana.
Como vil peleonero de barrio bajo, Zidane agredió al italiano, rompiendo la regla de oro del fair play, la de no responder por ningún motivo a las ofensas de tu oponente. Claro, suena algo así como poner la otra mejilla, pero esta regla existe desde la época en que los creadores del fútbol se reunieron en un pub inglés y al calor de las cervezas, la ginebra y los güiscoles, determinaron cómo se iba a jugar el balompié.
No hay otra forma de describirlo, Zidane se convirtió en un vil cabrón, y no por lo fregón de su juego, sino por su habilidad para embestir como macho cabrío en celo on brama, justo en el momento cuando su equipo necesitaba un líder con la cabeza fría y concentrada en la victoria.
Allí van los kilos de frustración, por haber combatido el juego especulativo de Italia con las mismas armas, sin planteamientos, sin propuestas, esperando que el otro se desgaste para al final lanzar una ofensiva suficiente para ganar, sin importar que los millones de fanáticos al fútbol pierdan su tiempo y gasten dinero, para ver a unos divos más preocupados en presumir sus zapatos y balones de oro, que en jugar, si no bonito, por lo menos con iniciativa de dominar.
Pero la Infamia de Zizou no iba a pasar desapercibida. La televisión, ese dios que hizo a Zidane un ídolo, se encargó de hundirlo. La imagen existió y el árbitro argentino no se tentó el corazón y lo echó del juego, del Mundial y del fútbol para siempre.
Allí quedaron momentos brillantes en las canchas; En Juventus, en el Real Madrid, en aquella selección de Francia que ganó con creces esa misma Copa FIFA a la que ahora no puede ni ver, porque sabe perfectamente que nunca volverá a ser suya. Una penicencia justa por su poco cerebro, por su ineptitud como líder y por su incapacidad para ser un hombre de razón. Pero así no lo ve la FIFA, porque para los monopolizadores del fútbol, Zinedine Zidane es el jugador más valioso. Por algo será.
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